27 d’agost 2009
Amos Oz
25 d’agost 2009
Parets mitgeres
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Matisant l'afirmació que vaig fer amb el Bloody Mary a la mà, he de dir que a Berlín sí que hi ha alguna paret mitgera. Aquests espais, però, s'aprofiten per a convidar a artistes del Graffiti a expressar-se. Mentrestant, aquí es presentava la setmana passada l'artefacte tecnològic que possibilitarà imputar la totalitat dels Graffitis als seus autors. "Això és molt important perquè ens permetrà passar de falta lleu a delicte", deia el responsable. Vaja, sembla que l'esperit de Torquemada se'ns ha tornat a manifestar al Saló de Cent!
En Quim pot estar tranquil, però. Perquè el lloc del món amb més parets mitgeres no és Barcelona, sinó Arenys de Munt. Si a això hi afegim una curiosa afició a les persianes blaves, les voreres de més de 50cm, les façanes de marbre i les catalpes i les moreres com a arbrat viari, el resultat no té desperdici.
En un altre ordre (o desordre) de coses, vaig escoltar sorprès l'altre dia una notícia sobre del desmantellament d'una xarxa de matrimonis il·legals a canvi de diners per part -principalment- de paquistanesos. El periodista, com no podia ser de cap altra manera, es va limitar a repetir el teletip propagandístic com ho farien les cacatues del Loro-Park. Jo, que sóc dolent de mena, em vaig imaginar de seguida els intrèpids funcionaris judicials i policials amagats entre els rosers del Parc Cervantes intentant desemmascarar els matrimonis que no s'estimen desobeint greument el Codi Civil.
Ara em ve al cap una manifestació en contra de la Llei d'Estrangeria a la que vaig assistir amb els meus pares deu fer cosa de 20 anys on es cridava: La llei d'estrangeria, a la Reina Sofia! Estic convençut que si darrera de l'immigrant més tirat hi hagués un advocat com Atticus Finch, la sentència del Tribunal Constitucional sobre l'Estatut no la tindríem abans del 2099. I encara hem de sentir algun beneit de tant en tant afirmar que tots som iguals davant la llei. Algú s'imagina el sofre que emanaria del carrer Gènova si al jutge li hagués donat per investigar la naturalesa romàntica del matrimoni de Paco Camps enlloc de la seva afició als trajos cars?
23 d’agost 2009
Arquitectures del caràcter
17 d’agost 2009
Bob Dylan
Hace falta la doble bendición de una indolencia verdadera y de una novela que nos subyugue por completo y nos llegue al fondo del alma, y ninguna de las dos cosas es fácil. La indolencia no es simplemente el reverso de la actividad, porque uno puede estar desocupado y sentir sin embargo la tensión de las obligaciones aplazadas, y porque estamos mucho más entrenados para la agitación que para la inquietud, y nos cuesta lograr ese estado simultáneo de alerta y sosiego que favorece la contemplación y sin el cual no es posible la lectura provechosa, ni tal vez tampoco la felicidad. Estar plenamente en un sitio, en un cierto momento, en una terraza cerca de las pistas de tenis o en un jardín junto a una piscina o en una tumbona frente al mar; y al mismo tiempo estar en el mundo densamente habitado y también ilusorio de una novela, entregado a ella, queriendo avanzar y queriendo que no acabe, una novela que exija el ejercicio sostenido de las mejores facultades intelectuales y que prodigue a cambio la recompensa de un hallazgo decisivo sobre la experiencia humana contado con la cercanía y la inminencia de un cuento primitivo.
En el mes de agosto de hace tres años esa rara conjunción de profunda indolencia y gran literatura me devolvió íntegra la pasión por las novelas, que se me había ido entibiando con el paso del tiempo y tal vez también con los desengaños y las fatigas del oficio. Si la realidad es tan deslumbrante, tan ilimitada, tan rica en maravillas y en atrocidades, ¿qué sentido podía tener la ficción? Lo que más me había atraído de las novelas cuando era joven ahora me aburría y me apartaba de ellas: sus trampas previsibles, sus anzuelos para reclamar y sostener la atención, sus simetrías disimuladas por imitaciones torpes de los despropósitos y las discontinuidades de la vida. En vez de novelas leía ahora libros de historia o de divulgación científica, memorias, biografías. La poesía alimentaba en dosis inmediatas y muy concentradas mis necesidades de invención literaria. Pensaba con distancia, con más remordimiento del habitual, en las ficciones que yo mismo había escrito.
Antes de volver a España para las vacaciones encontré por azar en una librería de Nueva York la traducción al inglés de Vida y destino, de Vasili Grossman. Y en un puesto callejero me llamó la atención un Ulysses editado por la Modern Library en los años sesenta, sólidamente encuadernado en rojo, gustoso al tacto, con letra grande y tipografía invitadora. Creo que elegí los dos libros menos con la inteligencia que con la mirada y con las manos, porque hasta el momento de verlos no había sentido deseo de leer ninguno de los dos. Como a tantos lectores, Ulysses me había atraído y me había derrotado varias veces a lo largo de los años, desde que compré en los lejanos setenta aquella edición en dos tomos blancos de Lumen traducida por José María Valverde. Un lector ha de ser sincero consigo mismo, e igual que no debe envanecerse de las alturas que ha conquistado tampoco tiene que avergonzarse de sus fracasos ni esconder su capitulación ante una obra maestra.
Ante Ulysses yo me había rendido. A Vida y destino no le había hecho mucho caso la primera vez que se publicó en España, aunque tuve el libro en mis manos, y hasta en mi mesa de noche. Me aseguran que la traducción de Marta Rebón que Galaxia Gutenberg convirtió en un gozoso éxito de ventas es mucho mejor que la que yo no leí entonces. En cualquier caso, Vida y destino, como Ulysses, parecía que hubieran estado esperando para que yo las encontrara en la edad justa de mi vida, en el verano necesario, con toda la calma por delante que no había tenido en mucho tiempo.
Con Vida y destino y luego con Ulysses me enamoré de nuevo del arte de la novela y comprendí con más claridad que nunca, después de un largo viaje de desengaño, su fantástica capacidad para retratar la materialidad del mundo visible y revelar lo que está casi siempre oculto en la conciencia y en el corazón humanos. Vida y destino es una crónica de la noche oscura de Stalin y una sofisticada construcción literaria; Ulysses parece el colmo del experimentalismo verbal y del hermetismo narrativo y sin embargo es un desbordamiento tragicómico de humanidad a la manera de Rabelais, de Shakespeare y de Cervantes. Largas novelas populosas para los largos días de agosto; para volver de ellas tan confortado, tan revivido, como a la vuelta de esos lugares de veraneo en los que uno se ha encontrado incrédulamente en el paraíso terrenal. Antonio Muñoz Molina