23 de gener 2009

Comunicracia

Los feos somos más
Por Lucas Santos

23-I-08

COMUNICRACIA


El martes por la noche, TVE nos dio una grata sorpresa al emitir, en rigurosa exclusiva, W., la última película de Oliver Stone. En versión doblada y con cortes publicitarios de alrededor de quince minutos, empero. Qué remedio. No se puede esperar más de una cadena de televisión, aunque sea pública. La peli, en fin, es una de las obras mayores de Stone, un ensayo implacable sobre la putrefacción del llamado “sueño americano” a partir de la lastimosa biografía de George W. Bush. Una de las cosas que nos muestra es que Estados Unidos es un país de mediocres que no explota las capacidades de los individuos sino su mezquindad y arribismo, un sistema que permite que un patán sin escrúpulos llegue a la presidencia y meta al país en un túnel sin salida.

Obviamente, TVE emitió W. a propósito del final del mandato de Bush II, un tiparraco sobre el que no vale la pena añadir nada a lo que todos conocemos. Más bien deberíamos preocuparnos por lo que se nos viene encima. Barack H. Obama ha asumido el cargo de presidente provocando una ola de entusiasmo. O, al menos, una ola de titulares. ¿A santo de qué? ¿Leyeron el discurso que pronunció el martes, o el de noviembre, cuando ganó las elecciones? ¿Hay en esas intervenciones algún contenido, alguna propuesta política? Obama no dijo nada, nunca dice nada. Maneja de forma seductora conceptos como “cambio”, “sueño” o “esperanza” y construye frases vibrantes de ésas que dejan al personal con la boca inconscientemente abierta. Pero, en definitiva, no dice nada.

Lo mejor de Obama es lo mismo que hace bueno a ZP: lo que no son. Zapatero no es Aznar, Obama no es Bush. Después de dos presidentes como esos dos amiguetes que hablaban catalán en la intimidad del rancho de Crawford (Texas), cualquier cambio habría sido un alivio. Y no hay duda de que ZP y Obama saben dar una imagen amable y optimista muy contrapuesta a la de sus antecesores. No me negarán, por cierto, que la medida inmediata de parar los procesos en Guantánamo recuerda un montón a la retirada de las tropas de Iraq el primer día del mandato de ZP. Luego, nuestro Presidente ha seguido aumentando los presupuestos destinados a Defensa, por poner un ejemplo; y no hay constancia de que Obama quiera suprimir la pena de muerte o la práctica de la tortura. ¿No creen que nos merecemos algo más?

Obama representa un nuevo salto adelante en la configuración de de lo que podríamos llamar la “comunicracia”. Para alcanzar y ejercer el poder, ya no hace falta el más mínimo atisbo de proyecto político. Hay más que suficiente con un mensaje que funcione bien mediáticamente, es decir, con un espectáculo de pirotecnia verbal capaz de embobar a miles de cibernautas y a millones de telespectadores.

Por eso, hay que tener en cuenta la importancia que han tenido los blogueros (o como se diga) y otros gurús de la red en el ascenso de Obama, y cómo han ejercido su influencia. Internet, por más que digan, no es aún universal. La mayoría de la humanidad está todavía -y por mucho tiempo- fuera del circuito; y, entre los que estamos dentro, hay muchos niveles distintos de acceso. A pesar de eso, o quizás por eso precisamente, se están empezando a consolidarse influyentes líderes de opinión que se expresan a través de este medio cuya novedad respecto a los otros es, por encima de todo, la inmediatez. Eso no es bueno ni malo en sí. Pero, si la rapidez endiablada del flujo de información se lleva por delante el rigor, si ya no se contrastan las fuentes sino que se otorga credibilidad a los más rápidos, el derecho a la información puede verse seriamente dañado. Una vez más, el problema no se encuentra en la nave sino en las manos que manejan el timón.

Bush ha sido un presidente mucho más clásico que Obama porque ha tenido una marcada, manifiesta e inequívoca ideología (ultraconservadora, fundamentalista cristiana, desmelenadamente imperialista, etc.). Una gran masa de personas tomó partido a favor de todo eso, cosa que explica sólo una parte de su éxito. No olviden que los medios de comunicación también jugaron un papel crucial en su ascenso al poder. No sólo por su famosa y telegénica simpatía (que debe ser muy evidente para los estadounidenses pero, un servidor, todavía está esperando reírse una sola vez con él y no de él). El 7 de noviembre 2000, cuando las elecciones aún no se habían decidido, una cadena de televisión afín a Bush -Fox- proclamó que había ganado, provocando una reacción en cadena en el resto de medios. A partir de ahí, Al Gore apareció ante la opinión pública como el segundo de la carrera que intentaba denodadamente ganar el primer puesto. Al final, después de varias semanas de presión política y mediática, un juez decidió para el repaso del recuento de votos y se dio por bueno el veredicto de la Fox. Ése fue el verdadero “efecto 2000” y ése fue el inicio del bushismo, no menos oprobioso que su final.

Si Obama estuviera tan dispuesto como dice a mejorar las cosas, lo primero que debería hacer es dar un giro radical a la situación en Palestina. Pero no creo que esté muy dispuesto a cambiar la posición de Estados Unidos respecto a Israel un tipo que ya se ha hecho la típica foto con la kipá antes incluso de ser investido presidente. Sobre el resultado del conflicto, las cosas están muy claras: han muerto cientos de inocentes, Gaza está peor que nunca, miles de personas se han quedado sin casa y HAMAS ha salido fortalecida (sobre este particular, les recomiendo que recuperen, si no lo han leído, el artículo de Fawaz A. Gerges que publicó el lunes La Vanguardia).

Esta guerra también nos ha servido para comprobar una vez más la inagotable singularidad y originalidad de Catalunya. Vivimos en el único país del mundo en el que el derecho a manifestarse es común a todos los ciudadanos excepto al conseller d’Interior (...) i Participació. Peor aún: si ocupas ese cargo y te atreves a ir a una manifestación antiterrorista, te sueltan a Felip Puig y corre que te pillo. O al embajador de Israel, que también muerde. O a Pilar “no necesita presentación” Rahola. En fin, Pilarín...

Lucas Santos
A Fons Vallès

2 comentaris:

Anònim ha dit...

Adjunto l'article referenciat
Obama: ¿cambio de rumbo? (1), de Fawaz A. Gerges en La Vanguardia
Aunque ahora conocemos a los principales responsables del equipo de Obama encargado de la seguridad nacional, no conocemos aún sus prioridades en política exterior. Al decidirse por un equipo de centroderecha, el presidente electo envía múltiples mensajes tanto a su propia casa como al extranjero. Una vez situadas figuras propias del establishment al frente de la seguridad nacional, resulta improbable que se produzcan experimentos radicales o un cambio paradigmático de la política exterior estadounidense.
Estados Unidos volverá a utilizar la brújula del realismo que guió sus relaciones internacionales desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta el 11-S del 2001: vuelta a la razón de Estado y el poder de persuasión con énfasis simbólico en los derechos humanos y el imperio de la ley y el derecho.
La política exterior de Obama será una prolongación de la política de la Administración Clinton.
La ironía del caso radica en que el candidato presidencial cuyos lemas de campaña aludieron a un “cambio esencial” se ha rodeado de consejeros y asesores que tienen por lema la continuidad.
Obama es demasiado inteligente y políticamente astuto como para no advertir la tensión existente entre las promesas que hizo durante la campaña de las elecciones presidenciales y el carácter conservador de su equipo económico y de seguridad nacional. En una reciente conferencia de prensa, el presidente electo defendió sus decisiones diciendo que izará la bandera del cambio en la Casa Blanca y será su motor y guía.
“Entiendan -puntualizó Barack Obama a los periodistas- de dónde procede principalmente la visión del cambio. Procede de mí. Este es mi trabajo, aportar una visión de adónde vamos y asegurar, acto seguido, que mi equipo la pone en práctica”.
En otra conferencia de prensa en la que presentó a su antigua rival en la campaña electoral, Hillary Clinton, como secretaria de Estado y dio cuenta de su decisión de mantener en el cargo a Robert Gates como secretario de Defensa y nombrar al general de la Armada retirado James Jones consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, el presidente electo trató de tranquilizar a algunos de sus seguidores más fervorosamente progresistas. “Entiendan -recalcó Obama-, yo marcaré como presidente el rumbo político. Seré el responsable de la visión que este equipo ponga en práctica y confío en que así proceda una vez adoptadas las decisiones”.
Obama tiene razón. Como presidente, su responsabilidad fundamental se cifra en aportar visión y guía a su gobierno y administración, aunque topará con opciones políticas presentadas por los secretarios de Estado, Defensa y Tesoro y el consejero de Seguridad Nacional.
El peligro estriba en que la visión de Obama se diluya entre intereses rivales en el seno de su equipo.
La crisis de Oriente Medio es el ámbito en el que la visión de Obama podría representar una diferencia crucial en el empeño de restablecer el poder y el prestigio de Estados Unidos. Pero ¿será realmente innovador Obama, contribuyendo al logro de un amplio acuerdo árabe-israelí y rompiendo la barrera psicológica entre musulmanes y judíos y musulmanes y occidentales? O, por el contrario, ¿se centrará en los acuciantes retos que Estados Unidos afronta actualmente en Iraq, Afganistán, Pakistán e Irán?
Para el presidente electo, Iraq es importante por razones de orden simbólico y personal (se opuso a la guerra y durante la campaña presidencial prometió varias veces retirar la mayoría de las tropas estadounidenses en un plazo de 16 meses) y por necesidades de tipo económico. Estados Unidos gasta alrededor de 148.000 millones de dólares anualmente en Iraq, una suma asombrosa tratándose de una economía abrumada por la recesión que busca fondos con urgencia para financiar sus grandes proyectos de recuperación económica y pagar el gasto creciente del conflicto afgano-pakistaní.
Sin embargo, acabar con la misión militar estadounidense en Iraq no modificará de modo espectacular el panorama de la región ni solucionará los aprietos que arrostra la seguridad de Estados Unidos en el mundo islámico.
De forma similar, volver atrás en materia de un compromiso más activo en Afganistán es una senda erizada de peligros. Como descubrieron con retraso grandes potencias, Afganistán es una trampa mortal que frustró sus aspiraciones imperiales y abocó al declive. Estados Unidos, en definitiva, debe disminuir el nivel de su compromiso militar y apoyarse en una fórmula de alcance regional para estabilizar este país desgarrado por la guerra. Diversas declaraciones del equipo de seguridad nacional de Obama reconocen que no existe solución militar en Afganistán ni en Pakistán, como los responsables del Pentágono reconocen actualmente.
¿En dónde puede radicar el talante innovador de Obama con respecto al mundo musulmán? ¿Cómo puede propinar un KO a Al Qaeda y al extremismo en general reforzando al tiempo las fuerzas moderadas y progresistas en la región?
FAWAZ A. GERGES, de la cátedra Christian A. Johnson de Oriente Medio, Sarah Lawrence College, Nueva York. Autor de ´El viaje del yihadista: dentro de la militancia musulmana´, Ed. Libros de Vanguardia.

Jordi Marron ha dit...

Ok! La conclusió és un absurd, però. Si és impossible que canviï res, no podem afirmar que l'administració Bush hagi estat un desastre monumental. Tots són iguals... bla, bla, bla... Conclusió: o de dretes o escèptic. És una opinió personal que expresso des del més profund dels respectes dialèctics...