10 d’octubre 2008

Atticus

Si és cert que Buenos Aires és plena d'homes que es diuen Diego Armando i Madrid de nens a qui anomenen Iker, no entenc com no hi ha pel món centenars de milers de persones que responguin al nom d'Atticus. Tal vegada una insuportable càrrega de responsabilitat moral tira enrere els pares, tal vegada en desconeixen la seva existència o potser prefereixen posar-li al gos i decantar-se en la descendència per alguna frivolitat més lleugera del tipus Kevin Costner.
En qualsevol cas, després de la projecció ahir de Matar un Ruiseñor, he après vàries coses: que quan poses un conflicte moral als ulls d'un nen, l'ectoplasma de Rousseau es manifesta; que Hitchcock només expressava la seva incapacitat quan deia que era un error treballar amb nens (vegeu: La Nit del Caçador, Capitanes Intrépidos o Els 400 Cops); que la moral pròpia, si està lliure de prejudicis, és més important que la justícia dels homes... en fi, podria seguir, però em faria pesat.
La conclusió moral de la història anticipada al títol és tan fàcil d'entendre com la de El Petit Príncep, potser per això atrapa tant. Perquè és irrefutable des d'un punt de vista ètic i estètic. "No pots entendre un home fins que et calces les seves sabates i camines amb elles" o "Fill meu, el món és ple de coses lletges, m'agradaria que no les veiessis, però això no és possible" són algunes de les sentències memorables d'una pel.lícula excepcional. La imatge dels negres al jutjat posant-se drets mentre Atticus Finch endreça els seus papers abatut per l'estupidesa dels homes que acaben de condemnar un innocent és antològica i et deixa la satisfacció aquella de saber que hi haurà coses que gràcies a pel.lícules com aquesta no et caldrà explicar.
A continuació, l'escena que li va merèixer guanyar un Oscar a Gregory Peck davant ni més ni menys que de Jack Lemmon (Días de vino y rosas), Burt Lancaster (El hombre de Alcatraz), Marcello Mastroianni (Divorcio a la italiana) i Peter O’Toole (Lawrence de Arabia).
Pels que valoren la comoditat, adjunto transcripció del famós spech:




"Empezaré diciendo que este caso no debería haberse traído a un tribunal desde el momento en que la acusación no ha presentado ninguna prueba médica de que el delito que se imputa a Tom Robinson se hubiera consumado. La oposición solo se apoya en el testimonio de los dos presuntos perjudicados cuyas declaraciones no solo han dado lugar a serias dudas durante sus declaraciones sino que han sido absolutamente desmentidas por el acusado. Existe la prueba circunstancial que demuestra que Mayella Ewell fue golpeada salvajemente por una persona que usa casi exclusivamente la mano izquierda, y Tom Robinson que hoy se sienta en el banquillo para prestar juramento ha tenido que emplear su única mano útil, la derecha.
Yo no siento sino compasión y muy sincera por la principal testigo de la señor fiscal. Ella es víctima de una cruel pobreza e ignorancia, pero, mi compasión, no puede llegar nunca hasta el extremo de consentirle poner en juego la vida de un hombre, que es en realidad lo que ella ha hecho para tratar de ocultar su propia culpabilidad. Si, culpabilidad he dicho, porque fue el hecho de sentirse culpable, si señores, lo que la impulsó a esa acusación. Ella no ha cometido un crimen, nada más a infringido un viejo código del honor que aún subxiste actualmente, un código tan severo que a todo aquel que lo infringe lo alejamos de nuestro lado como indigno de convivir con nosotros. Por eso tenía que destruir la prueba de su grave falta. Pero, ¿cual era en rigor la prueba de la mencionada falta? Tom Robinson, un ser humano señores. Había que quitar a Tom Robinson de en medio (hace un movimiento con las manos), barrerlo. Tom Robinson constituye el recuerdo constante de lo que ella habí hecho. ¿Y que era lo que había hecho? Había tentado a un negro. Ella era blanca y había incitado a un negro. Hizo una cosa que en nuestra sociedad es algo imperdonable. Besar a un hombre negro. No se trataba de un viejo; sino de un negro joven fuerte y vigoroso. No le importó ese código del honor antes de inflingirlo, pero después hayo vergonzoso su comportamiento. Los testigos de la acusación, excetuando al Sheriff del condado de Macon, se han presentado ante ustedes señores del jurado con la cínica confianza de que su testimonio no se pondría en duda. Confiaban en que ustedes señores, estarían de acuerdo con ellos en la suposición, en la indigna suposición, de que todos los negros mienten. De que en el fondo todos los negros son seres inmorales, de que nadie se puede fiar nunca de los negros cuando se hayan cerca de nuestras mujeres, suposición que solo puede brotar de mentes como las de esas personas y que no es ni más ni menos que una mentira insensata. Una mentira que no es necesario demostrar a ustedes. No obstante, a un negro humilde y respetable, porque ha tenido la incalificable osadía de sentir compasión de una mujer blanca no se le puede aceptar su palabra contra la de dos seres de nuestra raza. El acusado no es culpable en modo alguno, en cambio hay otra persona en esta sala que si lo es.
Bien señores, en este país, los tribunales tienen que ser de una gran equidad y para ellos todos los individuos han nacido iguales. No soy un iluso que crea firmemente en la integridad de nuestros tribunales y en el sistema del jurado. No me parece lo ideal pero es una realidad a la que no queda más remedio que sujetarse. Pero ahora confío en que ustedes señores examinarán, sin prejuicios de ninguna clase, los testimonios que han escuchado y su decisión devolverá a este hombre al seno de su familia. En el nombre de Dios, cumplan con su deber. En el nombre de dios, den crédito a Tom Robinson" (Atticus Finch).

Amén!